Escucha mis palabras, oh SEÑOR; considera mi lamento. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré. Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. Los que se jactan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; el SEÑOR abomina al hombre sanguinario y engañador. Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia. SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí tu camino. Porque no hay sinceridad en lo que dicen; destrucción son sus entrañas, sepulcro abierto es su garganta; con su lengua hablan lisonjas. Tenlos por culpables, oh Dios; ¡que caigan por sus mismas intrigas! Echalos fuera por la multitud de sus transgresiones, porque se rebelan contra ti. Pero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. Porque tú, oh SEÑOR, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu favor.
Salmos 5:1-12
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