1 y 2 de Pedro - semana 1- Martes







Qué increíbles somos los seres humanos, ¿no creen? una vez que se tiene una meta o un sueño, cuando hay un propósito que deseamos alcanzar, nos esforzamos, damos nuestro tiempo, nuestra energía. Somos capaces de someternos voluntariamente a duros entrenamientos, largas horas de estudio, maltrato físico para alcanzar lo que es el sueño de nuestra vida. Aún las desilusiones o las derrotas se superan, y todo por un galardón que un día perecerá.
De igual manera debiera suceder en la vida de los hijos de Dios, pues tenemos una meta mayor, vamos en una carrera opuesta a la que corre este mundo. Al igual que los atletas no debe importarnos ser sometidos a diversas pruebas, el negarnos a nosotros mismos con tal de ser conformados cada vez más a la imagen del que nos salvó. No se nos pide saltar vallas o lanzar jabalinas, sino esquivar los embates de nuestro enemigo, inclusive del mismo mundo, que se nos opone en cada decisión que hacemos por la santidad. Nuestro caminar contra corriente, nos demanda librar distintas pruebas, las mayores quizás contra nuestros propios deseos y pensamientos.
Pero al entender que después de pasar cada una de ellas, saldremos más fuertes, más firmes, con entendimientos renovados, con corazones conformados a la imagen del que nos rescató, entregamos con gozo nuestra voluntad, nuestros derechos, y podemos llegar al punto de decir: en verdad tengo por sumo gozo el hallarme en diversas pruebas. Padre, glorifícate Tú, sé exaltado en todo nuestro vivir, en todo lo que cedemos y entregamos por amor a tu nombre, que entendamos todo se trata de Ti es por Ti y para Ti. ¡Aleluya!




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