Salutación
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
Una esperanza viva
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero
Versículo devocional : versiones diferentes
Sin Cristo estábamos muertas, vivíamos bajo un reino y su gobierno, éramos parte de ese sistema caído, corrupto. Aunque nuestros sentidos físicos estuviesen en función, nuestros sentidos espirituales, estaban apagados. Lo que nutría nuestro ser era esa savia maligna que corría por los tallos de una vid falsa, nuestros frutos eran por tanto los correspondientes a quienes vivían y dependían de esa planta sin esperanza, que parecía buena, pero su final es camino de muerte. Pero dice la Escritura que pasamos de muerte a vida, que fuimos cortadas, fuimos trasplantadas, y hoy lavadas con la sangre del Cordero, somos parte de la vid verdadera, llamadas a llevar fruto con todos aquéllos con quien compartimos una herencia, reservada para quienes en la misericordia, bondad y soberanía del Padre hemos renacido.
Imaginemos a un hombre cuyo problema del corazón le lleva a la muerte, queda sin vida por unos minutos, luego en la misericordia de Dios y por el esfuerzo de los médicos éste revive. ¿Consideran que después de esta segunda oportunidad, volverá a sus antiguos malos hábitos de vida? Creo que no, o por lo menos se supone que el sentido común le dictará ser prudente. Igualmente como hijas de Dios se nos ha concedido un regalo de vida, hoy hemos resucitado con Jesucristo, no podemos más que caminar de su mano con los ojos puestos en las cosas de arriba, nutridas con una dieta rica de la Palabra y sostenidas en esa esperanza de que estaremos con El por la eternidad. Te invito a meditar un momento conmigo y honestamente ante el Señor reconocer cuál ha sido la actitud que ha imperado en nuestra vida.
¿Estamos caminando cada día en gratitud, santificándonos por esta hermosa esperanza de estar con Él?
Padre, gracias por tan inigualables dones recibidos de Ti, ayúdanos a no tener en poco el sacrificio por el cual hemos pasado de muerte a vida. En Cristo Jesús oramos, amén.
Escrito por:
Silvia Sánchez, Verónica Borotto, Joanna Pérez de Merino, Liz Bañuelos, Carmen Salleres, Selbia León, Silvana Acevedo, Jess Morgan, Patricia Ulariaga, Karine de Barrientos, Jéssica Jiménez, Carolina Castaneda, Daysi Weki, Olimar de Pirela, Ruth Llaudet y Larissa Zelaya-Barragán.
©Ama a Dios Grandemente 2015
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