El gozo


Si nuestros ojos están puestos en el Señor, nunca nos faltarán razones para regocijarnos, pero si comenzamos a centrarnos en nuestros sentimientos o circunstancias, nuestro espíritu decaerá. He conocido a muchos cristianos que han perdido el gozo. Tristemente, algunos incluso nunca lo tuvieron, a pesar de ser salvos. Algunas personas melancólicas me han dicho: “Bueno, esta es mi personalidad. Así es como Dios me hizo”. Pero sabiendo que Cristo quiere que rebosemos de gozo, y que la Biblia nos manda a regocijarnos, he llegado a esta conclusión: los creyentes que no tienen gozo es porque han elegido ese estilo de vida.
Los cristianos podemos perder nuestro gozo por muchas razones. Algunas personas se deprimen por el sufrimiento. Cuando las emociones nos abruman y hacen que nos centremos en nuestro dolor, la vida parece no tener esperanza. Pero la salida de la desesperación es por medio de un acto de fe: decidir alabar a Dios cuando eso sea lo último que quisiéramos hacer. La fortaleza viene cuando nos deleitamos en Dios.

Cuando un ser querido está sufriendo, podemos pensar que no es correcto sentirnos gozosos. Pero, puesto que Dios nos llama a regocijarnos en Él en nuestras pruebas, podemos sin duda seguir deleitándonos en medio del dolor. En realidad, demostrar gozo en tiempos de aflicción puede ayudar a otros a poner sus ojos en Jesús.

Vivir en el pasado o en el futuro es otra manera de perder el gozo. Algunas personas no pueden dejar atrás los fracasos o los errores del pasado, mientras que otras viven con temores acerca del futuro. Ambas actitudes roban el contentamiento y la paz. Dios nos llama a disfrutar de la gracia que nos da en el presente, y no a estar pensando todo el tiempo en “qué habría pasado si” o “si tan solo” . Los remordimientos pueden ser silenciados aceptando el perdón de Cristo. Los temores son vencidos por la fe en la promesa del Señor de que Él se ocupará de nuestro futuro (Mt 6.33, 34).

Uno de los mayores supresores del gozo es el pecado. Un creyente que vive en desobediencia, no puede experimentar alegría. Puede experimentar algunos períodos de felicidad, pero el contentamiento sereno estará ausente. El remedio para el pecado es siempre el mismo: el arrepentimiento sincero. A quienes se humillan y vuelven al Señor, les espera gozo.

La voluntad de Dios es que usted encuentre su deleite en Él. Si cada día se ha convertido para usted en una lucha, reclame por fe el gozo del Señor que está disponible para todos los cristianos. Tome la decisión de regocijarse en Él, no importa cuál sea su situación.



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