Me muero
Me muero
Empleamos con mucha frecuencia y de manera muy informal las palabras morir y muerto en la conversación de cada día: “Casi me muero de vergüenza”, “Me muero por un chocolate en este momento”, “Ese pastel de queso está como para morirse”, “Ese muchacho me va a matar”.
Algunas personas mueren de manera instantánea: en un accidente de tráfico, por un aneurisma, o por un ataque cardiaco masivo. Sin embargo, los actuarios de seguros le dirán que la mayoría de las personas mueren lentamente y se dan cuenta de la aproximación de la muerte. ¿Está usted preparado para ese momento? ¿Lo aterroriza la muerte? ¿Lo aterroriza el proceso de la agonía?
Uno de los aspectos más reconfortantes de la obra de Cristo por nosotros es que ha pasado por el dolor, la agonía y la muerte antes que nosotros. No los eliminó de la experiencia humana, los transformó en nuestro regreso a casa. La transición no tiene ahora ningún terror, ningún aguijón. Nuestro último momento en la tierra se transforma al instante en nuestro primer momento con Jesús.
Estas son palabras de Aquel que pensó que valía la pena morir por usted: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo” (Salmo 49:15)
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